E.T. el Extraterrestre (USA, 1982)
- Juanmi Retrocinema
- hace 6 días
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Amistad interestelar y lágrimas en bicicleta: el milagro de Spielberg.

En un bosque a las afueras de Los Ángeles, una nave alienígena recolecta muestras botánicas. Los extraterrestres son pequeños, pacíficos y altamente inteligentes, pero una operación del gobierno los interrumpe. En el caos de la huida, uno de ellos queda abandonado. Asustado, se oculta entre los árboles, viendo con curiosidad las luces suburbanas a lo lejos.
Elliott, un niño de 10 años que vive con su madre y sus dos hermanos tras el abandono del padre, descubre al ser escondido en el cobertizo. Lo atrae con dulces y poco a poco entabla un vínculo. El ser, que pronto será llamado simplemente E.T., es vulnerable, curioso y posee poderes que desafían la lógica: puede curar heridas, mover objetos con la mente y comunicarse emocionalmente con Elliott.
A medida que pasan los días, el lazo entre E.T. y Elliott se vuelve más profundo, hasta el punto en que comparten sensaciones físicas y emocionales. Elliott comienza a experimentar el mundo de forma distinta: se vuelve más empático, más sensible. La relación con su familia también cambia, especialmente con su hermana pequeña, Gertie, quien ayuda a integrar a E.T. en el entorno hogareño. Entre disfraces, plantas que reviven y momentos de ternura, el espectador presencia el crecimiento de una amistad imposible.

Pero el tiempo corre, E.T. necesita regresar a su planeta. Construye un dispositivo rudimentario con juguetes y basura electrónica para enviar un mensaje al espacio: “Teléfono, mi casa”. Sin embargo, su salud comienza a deteriorarse. Cuando el gobierno descubre su existencia, lo captura y lo conecta a equipos médicos. El vínculo con Elliott hace que ambos colapsen. E.T. muere. Elliott, devastado, se despide... pero entonces, un milagro: el corazón de E.T. se enciende. Está vivo.
Los niños escapan con él en una secuencia de persecución mágica, volando en bicicleta hacia el bosque, donde la nave aterriza para llevarlo de vuelta. En la despedida final, E.T. le toca el pecho a Elliott y le dice: "Estaré aquí", dejando una huella eterna. La nave se eleva y desaparece en el cielo estrellado. El niño queda solo, pero transformado.
Contexto histórico
E.T. se estrenó en un momento crucial de la historia del cine y de la cultura estadounidense. Era 1982: la presidencia de Reagan impulsaba una visión optimista y tradicionalista del país, mientras el cine vivía una revolución técnica. Spielberg, tras el éxito de Encuentros cercanos del tercer tipo y En busca del arca perdida, decidió contar una historia íntima. No sobre héroes, sino sobre la infancia.
La película refleja una mirada emocional del mundo a través de los ojos de los niños. Spielberg baja la cámara al nivel de ellos, creando un mundo donde los adultos son ruidos de fondo, siluetas amenazantes o figuras incompletas. La madre, aunque amorosa, está siempre distraída. El padre ha desaparecido. La autoridad es invasiva. El hogar es refugio, pero también un espacio de pérdida.

La música de John Williams elevó la narrativa a un plano casi celestial, combinando cuerdas y vientos con una orquestación que parece flotar. El resultado fue un fenómeno cinematográfico que superó todas las expectativas. Se convirtió en la película más taquillera de la historia en ese momento, solo superada años después por Jurassic Park.
Influencia
E.T. cambió el paradigma de la ciencia ficción en el cine. Hasta entonces, los extraterrestres eran casi siempre amenazas (La guerra de los mundos, Alien). Aquí, el “otro” no es peligroso, sino frágil, más parecido a un niño que a un monstruo. Esta humanización del alienígena inspiró una oleada de películas familiares y series que mezclaban lo fantástico con lo doméstico, desde Mi amigo Mac hasta Stranger Things.
Pero hay un nivel más profundo, una lectura cristológica. E.T. llega del cielo, es incomprendido, realiza milagros, sana heridas, muere, resucita y asciende al final. Su imagen envuelta en blanco y con luz celestial recuerda cuadros del Cristo resucitado. Elliott es su discípulo, su Pedro infantil, el único que cree, el único que cambia. Su conexión es espiritual. Esta interpretación, aunque nunca reconocida explícitamente por Spielberg, revela cómo el mito del salvador reaparece bajo nuevas formas en el cine moderno.
La película también consolidó la figura de Spielberg como narrador del asombro y la ternura, capaz de crear universos tan íntimos como universales.

Secuencias legendarias
La bicicleta voladora: Elliott y E.T. cruzan el cielo con la luna llena de fondo. Imagen eterna, usada como logotipo por Amblin Entertainment.
“E.T., teléfono, mi casa”: la frase se volvió parte de la cultura popular, repetida y parodiada en cientos de medios.
La muerte y resurrección de E.T.: el corazón que se apaga y vuelve a latir. Spielberg convierte el dolor infantil en un rito de paso espiritual.
La despedida en el bosque: E.T. dice adiós con una frase inolvidable y un gesto que alude al alma: “Estaré aquí”.
El niño disfrazado de Yoda: durante Halloween, E.T. ve a un niño con el disfraz del maestro Jedi y parece reconocerlo. Un guiño brillante que une los universos de Spielberg y Lucas y sugiere que E.T. podría conocer la galaxia de Star Wars.

Elliott emborrachado en la escuela: mientras E.T. explora la casa, bebe cerveza y Elliott, conectado mentalmente, se emborracha en clase. Una escena cómica y extrañamente tierna.
Datos curiosos
La voz de E.T. fue creada por la sonidista Pat Welsh, mezclada con ruidos de mapaches, nutrias y motores.
Drew Barrymore, con solo 7 años, creía que E.T. era real durante el rodaje. Spielberg la animó a tratarlo como un ser vivo.
Michael Jackson grabó un audiolibro narrado de la película, acompañado por música y efectos.
Las bicicletas de la marca Kuwahara se volvieron objeto de culto tras su aparición en la película.
Dónde verla
Disponible actualmente en:
Amazon Prime Video
Apple TV (alquiler o compra)
Google Play
Edición remasterizada en Blu-ray y 4K UHD
Conclusión
E.T. el Extraterrestre es una historia sobre la pérdida, la esperanza y el amor más allá de las palabras. Es una película sobre lo que significa ser niño, sentir soledad, abrir el corazón a lo desconocido y aprender a decir adiós. Spielberg convirtió un cuento de ciencia ficción en un relato eterno que toca lo más profundo del alma.

Cuarenta años después, E.T. sigue siendo más que un extraterrestre: es una metáfora del otro, del redentor, del amigo imaginario, del trauma infantil transformado en ternura. Un clásico imperecedero que nos recuerda que, incluso en la oscuridad suburbana, hay lugar para los milagros.
“E.T., teléfono, mi casa.”
— E.T.
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